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Cristo Marrero, el hombre tranquilo

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El jugador de Las Zocas dejó la primera plantilla del CD Tenerife tras el ascenso de 2009, luego de ejercer un liderazgo silencioso y discreto, aval para su posterior labor en la cadena de filiales blanquiazul

ACAN

Cristo Marrero Henríquez (Santa Cruz de Tenerife, 1978) no pudo elegir la forma de despedirse de los aficionados del CD Tenerife, pero si hubiera podido hacerlo, es muy probable que su elección no hubiera diferido mucho de la que le tocó vivir el 21 de junio de 2009: con el Heliodoro lleno, con su gente feliz, con una Isla volcada celebrando un ascenso a Primera División, con más de veinte mil espectadores en las gradas coreando su nombre, a hombros de sus compañeros y dando una interminable vuelta de honor.

Cristo Marrero, durante un Tenerife-Albacete

Así se fue Cristo Marrero del equipo al que dedicó los seis mejores años de su vida. Y del que fue faro –muchas veces su único faro– en las noches de tormenta que debió padecer. Y es que a Cristo le tocó atravesar el desierto. Años de inestabilidad institucional, poco dinero y muchos problemas. Como futbolista se hartó de marcar goles en Las Zocas y cuando cumplió su sueño de jugar en el CD Tenerife una lesión casi le deja sin debutar.

Al final, siempre en Segunda División, marcó 23 goles en 169 partidos oficiales, las más de las veces saliendo desde el banquillo. Pero por encima de los números dejó sensaciones. La de que podía tener malos días, de acuerdo, pero cuando jugaba Cristo el espectador siempre se iba a casa con la impresión de que si no se hizo más fue porque no se pudo.

Y así celebró un ascenso como capitán, con ficha de futbolista y alma de aficionado. Y así se ganó el cariño de la gente. Porque supo ser la prolongación del seguidor en el campo. Y entendió que él jugaba en nombre de miles y miles de tinerfeños a los que les hubiera gustado tener condiciones para hacerlo, cuentan Luis Padilla y Juan Galarza en ‘El CD Tenerife en 366 historias’.

Ese carácter de tinerfeñista discreto fue su mejor aval para pasar a formar parte del cuerpo técnico de la cadena de filiales una vez colgó las botas, demostrando en el equipo de la División de Honor Juvenil sus dotes de entrenador. Incluso ya ha tenido que subir al primer equipo para echar una mano en circunstancias complicadas, como en el final de la temporada 18-19, cuando Luis César sustituyó a José Luis Oltra.

Y es que Cristo siempre está ahí. Cuando se le necesita y para lo que se le necesite.  Es lo que se dice un hombre de la casa.

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