1999-2000: La resaca del regreso a Segunda

El Tenerife salva con una discreta decimocuarta plaza su reencuentro con la división de plata y paga la falta de adaptación a su nueva categoría.

ACAN

El día después de la élite deparó una campaña agitada por aquello de que el representativo había olvidado el modus operandi de una categoría antaño familiar. El banquillo tuvo tres inquilinos diferentes y el llamado caso Jordi condicionó mucho tiempo el transitar blanquiazul. Lo mejor, el fichaje de Hugo Morales.

La agenda de Llorente.- Santiago Llorente echó mano de su fecunda agenda de contactos con el fútbol sudamericano para consolar a la hinchada blanquiazul en el siempre triste regreso a Segunda División. El entonces secretario técnico del Tenerife se sacó de la chistera un fichaje de relumbrón. Tal y como hiciera en su día con la contratación de Fernando Carlos Redondo, Llorente gestionó el traspaso de uno de los jugadores más significativos del momento en la liga argentina: Hugo Morales. El diez de Lanús tardó unos minutos en justificar los lamentos de la prensa de su país a raíz de su marcha y se ganó al tinerfeñismo en su estreno con la casaca albiazul, coincidiendo con un amistoso contra el Oviedo.

Adiós a los grandes de los noventa.- Esa fue una de las mejores noticias de la temporada 99-00, porque de resto, el Tenerife malvivió inmerso entre las urgencias por recuperar la máxima categoría y la inadaptación a la idiosincrasia de la división de plata. Amén de Huguito, se produjo también la llegada de Barata, Portocarrero, Marcelo Santos, Aira, Tiago y Simutenkov. Por contra, causaron baja jugadores antaño emblemáticos como Juanele, Jokanovic, Makaay, Chano, Antonio Mata o Julio Llorente. Un canterano, el iguestero Jordi Ocaña, acaparó el protagonismo durante buena parte de la temporada. Su supuesta alineación indebida tras una contundente victoria en Leganés (0-4) involucró al Tenerife en un largo proceso burocrático que alteró, sin duda, el día a día de aquel grupo.

Los tres rumbos del curso.- La trayectoria blanquiazul conoció de tres historias diferentes. La primera, la de Mauro Sandreani, el técnico elegido en un principio para llevar a aquel equipo de vuelta a Primera. El italiano dimitió en la séptima entrega y dio paso a la llegada de Fernando Castro Santos, que imprimió cordura al plantel. Sin embargo, la resolución favorable del tormentoso caso Jordi tuvo el efecto contrario al esperado y, cuando mejor lo tenía el Tenerife para meterse en la pugna por el ascenso, los resultados le dieron la espalda.

Fue entonces cuando, en el tercer capítulo de aquel ejercicio, el club buscó un revulsivo en la figura de Angel Cappa, con la sana intención de repetir la experiencia acontecida en su día, cuando el argentino cumplió su primera etapa en la Isla como segundo de Jorge Valdano. Pero lejos de igualar lo ocurrido en el pasado, el Tenerife echó por la borda cualquier opción por subir a Primera. Una para aprender.

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