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Fernando Redondo, el ‘cinco’ perfecto

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Birlado al Argentinos Juniors por una maniobra brillante de Santiago Llorente, deslumbró en el CD Tenerife antes de ganar la séptima Copa de Europa con el Real Madrid

ACAN

El ruido que hizo Redondo tras su salida de Argentina barruntaba en el verano de 1990 que el CD Tenerife tenía entre manos un jugador fuera de lo común. El Principito, nombre con el que le bautizaron los hinchas del Bicho, quedó libre por error y Santiago Llorente aprovechó la coyuntura en una muestra más de lo productiva que resultó su agenda de contactos con Sudamérica.

Redondo ejecuta su clásico regate en un amistoso Tenerife-Las Palmas

La televisión local dio la noticia como si se tratara de un funeral. “Un imperdonable despiste burocrático de Argentinos Juniors ha condenado al fútbol argentino a deshacerse de una de sus más firmes promesas”, comentó apesadumbrado el periodista. Redondo no tardó en justiticar el revuelo que armó a raíz de su salida de Argentinos Juniors, un club acostumbrado a parir figuras del nivel de Sergio Batista o el propio Diego Armando Maradona.

De la mano, primero, de Xabier Azcargorta y luego de dos técnicos compatriotas –Jorge Raúl Solari y Jorge Valdano–, Redondo se destapó como un virtuoso de la pelota, un dechado de cualidades técnicas y un talento innato para manejar el ritmo de los partidos al son de su fútbol. Una vez acumuló los minutos y el oficio pertinente, el centrocampista argentino fue clave en la primera clasificación del Tenerife para la Copa de la UEFA, coincidiendo con la estancia en la Isla de Jorge Valdano.

Incrustado en el eje de la media cancha, Redondo se exhibió durante cuatro temporadas (90/91 a 93/94) en las tareas de volante central. Era el ejemplo perfecto del cinco clásico –un puesto clave en el concepto futbolístico suramericano– con dotes de mando y personalidad, llamado a liderar un grande después de 103 partidos y ocho goles como blanquiazul.

Su pase al Real Madrid constituyó un enorme negocio para el club: 500 millones de pesetas, dos amistosos en el Heliodoro, y los blancos Ramis y Víctor. Nunca hasta entonces dos clubes del fútbol español habían acordado un traspaso tan cuantioso. El argentino se confirmó como una figura del fútbol mundial y contribuyó a que el equipo blanco ganara su séptima Copa de Europa 32 años después de su última corona continental en 1966. Tras seis años de madridista (165 encuentros y cuatro tantos), fue traspasado al AC Milán por 2.500 millones de pesetas, aunque una grave lesión de rodilla se cruzó en su camino y precipitó el final de su carrera.

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