1998-1999: Descenso y vuelta a empezar

Ni Juanma Lillo, ni Carlos Aimar, ni el tándem Robi-Felipe salvan al Tenerife de un descenso anunciado después de diez años mágicos en Primera División.

ACAN

Con el susto aún en el cuerpo por los agobios de la temporada anterior, el Tenerife se encomendó a las virtudes del efecto Lillo para afrontar la 98-99. Sin embargo, el equipo blanquiazul repitió errores del pasado y volvió a coquetear con el descenso. Y esta vez no hubo manera de remediarlo.

Confianza en Lillo.- El buen papel de Juan Manuel Lillo en el epílogo de la temporada pasada concedió al técnico donostiarra la posibilidad de liderar, en esta ocasión con más tiempo por delante, un nuevo proyecto blanquiazul en la máxima categoría. La suya era una apuesta que contaba con el beneplácito de la hinchada, sobre todo porque parecía el más apropiado para recuperar la identidad perdida, aquella que habían inculcado Valdano y Heynckes poco tiempo atrás.

Sin fichajes sonados.- El club no llevó a cabo ningún fichaje sonado (de entrada sólo llegaron Montoya y Marcelino) y confió su suerte a la explosión definitiva de Domingos, que no llegó nunca; y a la fortaleza de Emerson, un fichaje de invierno realizado el curso anterior. Los resultados no acabaron de cambiar la corriente de pesimismo en la que parecía envuelto el representativo y los cambios de entrenador se volvieron a suceder.

Aimar y la última bala.- Carlos Aimar relevó a Lillo con el propósito de enderezar un grupo con fama de rebelde y no hizo más que apuntalar las sospechas de que aquel equipo estaba condenado al descenso. Ni siquiera los refuerzos llegados a partir de la reapertura del mercado de fichajes fueron suficiente para enderezar la trayectoria blanquiazul en la Liga. El club echó el resto con la contratación de Lussenhoff, Basavilbaso, Javi López, Mista y Pier, pero no hubo manera de salir del pozo. El Consejo de Administración optó, como medida de urgencia, dar las riendas del equipo al tándem formado por Valentín Jorge, Robi, entonces técnico del filial, y Felipe Miñambres, que adelantó su retirada. Apenas seis jornadas de margen y un calendario complicado sentenciaron definitivamente al Tenerife, que ponía así el cierre a una década entera en Primera División.

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